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[126] LAS NECEDADES DE LA DICTADURA DE HUGO CHAVEZ

 

Felipe Díaz Garibay

 

Semanario "Tribuna" de Sahuayo, Michoacán, México, domingo 4 de diciembre de 2005

 

 

Las últimas actitudes del presidente venezolano, quizás ya “comandante” Hugo Chávez, ha permitido al mundo entero ver en vivo y en directo a un dictador latinoamericano del siglo XXI. Sí claro, a un dictador de tiempo completo, en tiempos en que este tipo de regímenes no han ganado otra cosa que la reprobación universal. En verdad, un régimen muy parecido a los que han asolado nuestras repúblicas durante casi dos siglos. Solo que adaptado a las circunstancias de la época e insisto, en tiempos que las dictaduras deberían haber sido ya totalmente superadas.

 

Para todo efecto práctico, Venezuela vive una dictadura. Y estoy seguro muchos coincidirán conmigo.

 

Chávez ha terminado con la división de poderes que permite el balance y contrapeso. Él controla el Ejecutivo, el Congreso y el Judicial. También, por supuesto, las fuerzas armadas y los servicios de inteligencia, que utiliza y manipula en función de su permanencia indefinida en el poder. Y ha limitado decisivamente la libertad de prensa.

 

Completamente previsible, por lo demás, el militar golpista que intentó derrocar sangrientamente al gobierno democrático -pero impopular- de Carlos Andrés Pérez en febrero de 1992, ganó ampliamente las elecciones de 1998 y paso a paso fue instalando una dictadura. Casi siempre sucede así, los movimientos revolucionarios, por regla, decaen en eso, en dictaduras, si no, hay que preguntárselo a Fidel en Cuba.

 

Hace 7 años, cuando ganó, pero todavía no había asumido el gobierno, no pocos apostaron a que uno de sus primeros pasos sería cambiar la Constitución para reelegirse indefinidamente, la típica medida con la que comienzan los dictadores en América Latina. Dicho y hecho, cambió la Constitución, se reeligió y ahora piensa quedarse, según propia confesión, por lo menos hasta el 2021.

 

En efecto, en 1998 un caudillo autoritario con pretensiones de Mesías llegó al poder en Venezuela con el respaldo de una población agobiada por una larga crisis económica, hastiada de la corrupción y esperanzada por un rápido cambio que les devolviera la prosperidad. Los inconfundibles ingredientes de la política latinoamericana, que vuelve a lo mismo cuando se creía que ya había cambiado definitivamente; es una imperecedera variable.

 

En el Perú y otros países latinoamericanos, Chávez tiene la admiración y el respaldo de las izquierdas radicales, al igual que el general Juan Velasco en su momento. Lo cual demuestra que la conversión a la democracia de esas izquierdas no es más que un leve barniz que apenas esconde su verdadera naturaleza autoritaria y antidemocrática.

 

Chávez comparte con esos izquierdistas la amistad con el más longevo tirano de América Latina, Fidel Castro, que después de 46 años sigue oprimiendo y empobreciendo al pueblo cubano. ¿Acaso no es verdad?

 

Para sus seguidores peruanos, Chávez no es un dictador porque tiene un alto nivel de popularidad, la mayoría lo apoya como si una popularidad ganada a base de actitudes torcidas fuera de la medida ideal para calcular la talla de los grandes estadistas; Chávez carece de ello. Con ese argumento, Adolfo Hitler habría sido el gobernante más democrático del planeta, porque en su apogeo no tenía solo el respaldo sino el apoyo fanático de la inmensa mayoría de la población. Seguido de cerca por Benito Mussolini.

 

Y para no ir tan lejos, Alberto Fujimori al igual que Chávez, llegó al gobierno ganando una elección, luego abonó el camino de su reelección con un referéndum fraudulento, controló y subordinó todos los poderes del Estado y se hizo reelegir en 1995 y 2000.

 

Lo que esos izquierdistas no entienden, y parece que no entenderán jamás, es que la democracia no consiste en ganar una elección o tener apoyo popular manipulando a las masas con el control del aparato estatal, sino en respetar las reglas de la democracia, la independencia de poderes, la alternancia en el gobierno y la libertad de prensa.

 

Eso es lo que impide el abuso de poder de los gobernantes y permite una eventual minoría convertirse en mayoría. En los regímenes dictatoriales el poder del gobernante no tiene frenos y las minorías no pueden convertirse en mayoría porque son aplastadas sistemáticamente.

 

Todo eso se justifica con el pretexto que está haciendo una "revolución" y en ello se escuda la famosísima "revolución del proletariado" ampliamente divulgada y sostenida por el decadente comunismo.

 

En el caso de Chávez, las necedades que llama "bolivarianismo".

 

¡Pobre Bolívar!

 

Por gente como Chávez murió en 1830 amargado y totalmente escéptico sobre el futuro de América Latina.

 

No obstante, hay diferencias entre la dictadura chavista y las que devastaron América Latina hasta la década de 1980. La diferencia la marca el contexto internacional y, sobre todo, el comportamiento de los Estados Unidos.

 

Los Estados Unidos de Norteamérica apoyaron o promovieron dictaduras militares y civiles de derecha, que se enfrentaron al comunismo y destruyeran los movimientos insurgentes, hasta la década de los ochenta. Ahora ellos se oponen firmemente a cualquier golpe militar. Es más, todos los gobiernos tienen que cumplir ciertos estándares internacionales, básicamente impuestos desde afuera como, por ejemplo: tienen que hacer elecciones con supervisión internacional; deben respetar la libertad de prensa; no pueden violar descaradamente los derechos humanos. Así nada más.

 

Como lo demostró primero Fujimori y luego Chávez, todos esos estándares pueden ser respetados formalmente, pero manipulados y manejados de tal manera que en la práctica sean deformados por completo en el siguiente orden de ideas: las elecciones se ganan haciendo populismo, gastando los recursos estatales en el período anterior, controlando a los adversarios y, cuando es necesario, haciendo fraude; Fujimori y Montesinos no estatizaron la prensa como Velasco; la compraron ya los que no se dejaron sobornar, como Baruch Ivcher, los despojaron de su propiedad y los persiguieron; solo se permitían algunas pequeñas ventanas de libertad, básicamente en la prensa escrita, para guardar las apariencias; las violaciones de los derechos humanos se cometen, se castigan en apariencia y luego se limpian.

 

El ejemplo clásico de esto último lo es el secuestro y asesinato de diez personas en La Cantuta en julio de 1992; Los asesinos fueron descubiertos, fueron sentenciados en un juicio secreto en 1994 y amnistiados con una ley infame en 1995. Así, se cubrieron las formas, así se guardaron las apariencias, así se aplicó la justicia. ¿Novedoso no?

 

Todo lo anterior basta para la comunidad internacional. La verdad, es que tampoco se les puede pedir más. Es verdad también, que las dictaduras actuales, por el hecho mismo de estar obligado a mantener ciertas formas y de estar bajo vigilancia internacional, no pueden ser tan feroces como las de antes. Chávez, Fujimori, Montesinos no son iguales a Rafael Leonidas Trujillo, Anastasio Somoza o Alfredo Stroessner. No porque sean menos malos, sino porque no se les permite ser tan brutales. ¿Acaso la perversidad humana puede llegar más lejos? Sí, indudablemente.

 

Una particularidad de Hugo Chávez es que ha tenido la inmensa suerte de coincidir con la desmesurada alza de los precios del petróleo. Otra sería su situación si no se hubiera encontrado con un barril a 60 dólares y más. Venezuela nada en un mar de petróleo y de dólares. Chávez tiene a su absoluta disposición millas de millones que derrocha en cuanta medida populista le viene en gana; de hecho, eso le ha logrado el apoyo y la adoración de muchos pobres, que reciben como un maná caído del cielo los regalos del dictador.

 

Pobre pueblo.

 

Otra parte importante de ese chorro de dólares es robado por la inescrupulosa camarilla que hoy gobierna Venezuela. Pero eso no le importa a la gente. Siempre ha sido así. Lo que quieren es, por lo menos, recibir las migajas de la colosal bonanza.

 

Por supuesto, cuando termine el auge, porque sucederá tarde que temprano, Venezuela y los venezolanos estarán más pobres que antes y habrán perdido la oportunidad de un desarrollo equilibrado y sostenido. Ya les ha pasado antes. Por ejemplo, con el florecimiento que sobrevino al alza del petróleo de 1973.

 

Y les volverá a suceder ahora. Tiempo al tiempo. No falta mucho.

 

En tanto, hoy el día habremos de soportar la desquiciada verborrea del megalómano dictador venezolano que se ha puesto a atacar a nuestro gobierno por el hecho de destacar los modelos sociales y económicos contrastantes en que se encuentra inmersa América Latina.

 

Lo que hoy ha quedado de momento ya al descubierto, nuevamente, es la esencia antidemocrática de las izquierdas radicales latinoamericanas, esencia que parece alcanzar a México, donde Chávez tiene sus socios y fieles adeptos que buscan fincar sus estrategias en esa nada legítima “escuela democrática ”.

 

Ojalá nunca nos suceda. No de esa forma.