[122] LA IMPERECEDERA CRISIS DE LA ORGANIZACIÓN DE LAS NACIONES UNIDAS
Parte I
Felipe Díaz Garibay
Columna “Palabras al Viento”, Semanario “Tribuna” de Sahuayo, Michoacán, México, domingo 30 de octubre de 2005.
Preliminar
Hace apenas una semana, el pasado lunes 24 de octubre para ser más preciso, se conmemoraba el LX aniversario de la creación de un organismo internacional que bien prometió abrir una nueva senda en los difíciles caminos de la diplomacia y de las relaciones dentro del sistema internacional, del nuevo sistema internacional que trajo consigo la Segunda Guerra Mundial.
Difícil, bajo todo concepto, ha sido el penoso transitar de este organismo que buscó, bajo todo concepto, un mundo más igualitario, en paz e inmerso en los beneficios de la justicia.
A sesenta años del nacimiento de la Organización de las Naciones Unidas, podemos decir que el mundo mucho ha cambiado y la anciana ya organización poco ha podido hacer en el mundo globalizado de nuestros tiempos. Si al principio las cosas fueron difíciles, ¿qué decir de nuestros tiempos en que el sistema internacional maneja ya situaciones de profunda desigualdad y muchas naciones del planeta apenas si sacan la nariz tratando de ganar al menos una posición geopolítica frente el empopio y el mezquino interés de otras que, a toda luz, luchan por consolidar sus hegemonías?
Ahora más que nunca, la Organización de las Naciones Unidas tiene ya, con su estructura, poco que hacer puesto que, también, poco ha hecho.
Por ello, a seis décadas de su creación, bien vale la pena evaluar su presencia en el contexto internacional y ver hasta donde ha podido actuar, cuáles son sus limitaciones y, desde luego, sus posibilidades reales para lograr el futuro o persistir en él.
Los problemas de origen
La Organización de las Naciones Unidas, que tiene como miembros a países con grandes asimetrías económicas y políticas, es considerada en el planeta como la principal organización multilateral; tiene su sede en la ciudad de Nueva York y trabajan en ella 61 mil personas.
Fue creada en el seno de un mundo bipolar, producto del nuevo reparto del mundo que trajo consigo la segunda conflagraciónj mundial a mediados del siglo pasado. El escenario de esa bipolaridad se circunscribe en una lucha entre el capitalismo y el socialismo, encarnada en las superpotencias de entonces, los Estados Unidos y Gran Bretaña por un lado, y la Unión Soviética por el otro, Fueron precisamente los Presidentes Franklin D. Roosevelt, Wilson Churchill y Joseph Stalin sus arquitectos y quienes también sentaron las bases en la Conferencia de Yalta en febrero de 1945 y luego de que fuese firmada la Carta de las Naciones 5 meses antes en la ciudad de San Francisco el 24 de octubre del mismo año se vio cristalizado el gran proyecto.
La consecuente crisis, el mito y lo real
El proceso de desarrollo de la Organización de las Naciones Unidas presenta su inflexión cuando en el escenario mundial empieza a predominar el proceso de descolonización y las guerras civiles van desplazando a las guerras entre estados disipándose con ello la inminente posibilidad de la conflagración mundial; pero alcanzada su coordenada máxima en 1988 cuando se le galardona por su “merecida” contribución al fortalecimiento del nuevo tipo de relaciones de dominio imperante , que aparece automáticamente como el factor determinante que representó un cambio verdaderamente cualitativo, y significativo también, dentro del escenario político-económico mundial y en la fortaleza de esta institución.
El fin de la guerra fría, y con ello del mundo bipolar, a principios de la última década del siglo pasado, emergiendo los Estados Unidos como potencia hegemónica, producto inevitable derivado de una serie de acontecimientos drásticos sucedidos hacia 1989-1991 tales como el estallido interno de la Unión Soviética, la caída del Muro de Berlín, la reunificación de las dos Alemanias, el término del Pacto de Varsovia y la guerra en la antigua Yugoslavia. Fue justamente a partir de estos momentos, cuando empiezan a proliferar y a hacerse evidentes, mayoritariamente, los síntomas de su debilitamiento como organismo multilateral.
Atravesando su fase de debilidad, la Organización de las Naciones Unidas revela una crisis profunda y enseña los síntomas de su evidente agotamiento con mayor nitidez en sus aspectos interno y en el de sus asociados, dejando totalmente visible el contraste de su parte mito y de su parte real.
El aspecto interno. En la ONU también los hay
Internamente, la Organización de las Naciones Unidas es un organismo que, a pesar de su longevidad, no se ha dotado aun de los mecanismos de control eficaces dirigidos a superar su mala gestión, a enfrentar la continua gama de escándalos de diverso tipo, generalmente de corrupción y de las violaciones a sus normas de conducta, conjunto de situaciones que a la luz de resoluciones como la 51/191 de fecha 16 de diciembre de 1996 que constituye la Declaración de Naciones Unidas contra la corrupción y el soborno, bien pone en entredicho su entereza. Su devenir histórico está plagado de este tipo de acciones.
El noruego Trygve Lie, que ocupara la Secretaría General entre 1946 y 1953, fue acusado de ceder a las presiones del Departamento de Estado Norteamericano para eliminar funcionarios norteamericanos acusados de comunismo contribuyendo a violar el Artículo 100 de la Carta que consigna que cada Estado miembro se compromete a respetar el carácter exclusivamente internacional de las funciones del Secretario General y del personal de la Secretaría y a no tratar de influir de manera impropia sobre ellos en el desempeño de sus funciones.
En otro orden de ideas, las conclusiones de un estudio realizado por la firma especializada Deloitte&Touche LLP, a petición de la propia organización reafirman que al interior de su estructura hay una crisis de confianza agudizada por el envío de sus empleados a cumplir misiones internacionales sin que haya una mínima seguridad para ellos como es el caso del atentado al Hotel Canal y a la sede de las Naciones Unidas de Bagdad, en agosto del 2003 que les costara la vida a 24 de sus funcionarios.
En los empleados de la Organización se percibe una débil respuesta cuando internamente surge alguna sospecha y se temen represalias que pondrían en peligro la carrera diplomática sobre quienes denuncian actuaciones incorrectas; se han registrado de manera generalizada una seria preocupante de casos de fraude o corrupción, de violaciones a sus normas de conducta y escándalos protagonizados por subalternos como por la cúpula administrativa regida por Annan.
El hecho de que el Subsecretario General de la Oficina de servicios de Supervisión Interna (OIOS), responsable del Departamento anticorrupción, Dileep Nair, quien desempeñándose como Director del Departamento de Servicios de Supervisión Internacional (OSSI) se le acusara de violar los derechos de los empleados al caer en favoritismo a ciudadanos indios, de saltarse las reglas del organismo en materia de contrataciones, de promociones de funcionarios, de acoso sexual a subalternos y hasta de incurrir en sobornos, fue eximido de toda culpa por el Secretario General Kofi Annan, quien decidió cerrar sin investigación las acusaciones después de que, supuestamente, hizo examinar a fondo las acusaciones motivo por el cual internamente le inculpan de encubridor.
Otro caso fue el del Alto Comisionado para los Refugiados (ACNUR), Ruud Lubbers, sospechoso de perpetrar acoso sexual quien, aún cuando la Oficina de Servicios de Control Interno había validado la acusación., fue exonerado en julio de 2004.
Por si esto fuera poco, tenemos también el caso de encubrimiento de corrupción y fraude financiero en la oficina de la Secretaría General de las Naciones Unidas, detectado en torno al programa interinstitucional “Petróleo por Alimentos” el cual terminó comprometiendo a Benon Sevan, mano derecha del Secretario General Kofi Annan y al hijo de este mismo Secretario, Kojo Annan y a su ex empleadora Cotecna Inspection, S.A.
Un caso verdaderamente alarmante lo constituye la desautorización, el 6 de abril de 1994 emanada por parte del encargado en ese entonces del mantenimiento de paz de la ONU quien obrando como jefe inmediato del general canadiense Romeo Dallaire, jefe de los “Cascos Azules” destacados en Ruanda, de intervenir para evitar el genocidio Hutus-Tutsi que se constituyó en una grave negligencia y que cobró la vida a casi un millón de personas. (Continuará)♦