[118] LOS CUMPLIMIENTOS LLEGAN
Felipe Díaz Garibay
Columna “Palabras al Viento”, Semanario “Tribuna” de Sahuayo, Michoacán, México, domingo 25 de septiembre de 2005.
Paso ágil, miradas perdidas, proyectos frustrados, son el signo que denota en el hombre de nuestros días una sola cosa: vivimos inmersos en una pobreza espiritual verdaderamente alarmante.
En la mente de muchos no existe la claridad en el sentido que han tomado sus vidas, creen haberlo ganado todo cuando en verdad todo lo han perdido y, a su vez, creen haberlo perdido todo cuando en realidad ese “todo” aguarda por el verdadero cumplimiento. La vida es misión y una misión requiere de ser cumplida a plenitud
No son pocos los que luchan, a su manera con el ambiente, empujando para conducir sus vidas diarias. Así, bien se puede sentir en nuestra vida diaria que nadie sabe con seguridad si podrá lograr lo que planeó por la mañana, de no lograrlo tal y como se tenía proyectado nos asalta la confusión y el desespero pues vivimos bajo la convicción de que somos nosotros mismos quienes forjamos nuestro propio destino y aún cuando nuestro intelecto ello nos dicta y nos ha convencido de nuestro libre albedrío, estamos sujetos a una voluntad superior que siempre nos tendrá deparados caminos distintos, que no son otra cosa que los verdaderos cumplimientos.
No hay lugar entonces para las frustraciones, las ansiedades o la desesperación. Reza el dicho común que “no hay tiempo que no se cumpla ni plazo que no se llegue” y ello tiene mucho de razón.
A mis manos llegó no hace mucho, por conducto de un entrañable amigo un documento que él mismo había localizado en internet y quiso compartirlo conmigo; él bien habla de los extraños designios del altísimo. Un documento en verdad bello, que desde luego podría no sensibilizar a cualquiera pero sé que a varios, sino es que muchos, de mis lectores bien podrá tocar su mundo interno.
Y es que sería lo menos que podría propinarnos la historia de estos tres árboles que habiendo elegido, cada uno, su destino, al final de cuentas el Creador les tenía designada una misión distinta, y grande en verdad.
La historia nos habla de que había una vez tres árboles en la colina de un bosque. Hablaban acerca de sus sueños y esperanzas y el primero dijo: “Algún día seré cofre de tesoros; estaré lleno de oro, plata y piedras preciosas. Estaré decorado con labrados artísticos y tallados finos y todos verán mi belleza”.
El segundo árbol dijo, “algún día será una poderosa embarcación. Llevaré los más grandes reyes y reinas a través de los océanos, e iré a todos los rincones del mundo. Todos se sentirán seguros con mi fortaleza, fuerza y mi poderoso casco”.
Finalmente, el tercer árbol dijo: “Yo quiero crecer para ser el mas recto y grande de todos los árboles en el bosque. La gente me verá en la cima de la colina, mirará mis poderosas ramas y pensarán en el Señor de los cielos, y cuán cerca estoy de alcanzarlo. Seré le más grande árbol de todos los tiempos y siempre se me recordará”.
Después de unos años de que los árboles oraban para que sus sueños se convirtieran en realidad, un grupo de leñadores vino donde estaban los árboles. Cuando uno vio al primer árbol dijo: “Este parece un árbol fuerte, creo que podría vender su madera a un carpintero”, y comenzó a cortarlo. El árbol se sintió muy feliz debido a que sabía que el carpintero podría convertirlo en un cofre para tesoros.
El otro leñador dijo mientras observaba al segundo árbol: “Parece un árbol fuerte, creo que lo podría vender al carpintero del puerto”. El segundo árbol se puso muy feliz porque sabía que estaba a punto de convertirse en una poderosa embarcación.
El último leñador se acercó al tercer árbol; éste estaba muy asustado, pues sabía que si lo cortaban su sueño nunca se volvería realidad. El leñador dijo entonces; “No es necesario nada especial del árbol que corte, así que tomaré este”. Y cortó al tercer árbol.
Cuando el primer árbol llegó donde el carpintero, fue convertido en un cajón de comida para animales; fue puesto en un pesebre y llenado con paja. Se sintió muy mal pues eso no era por lo que tanto había orado.
El segundo árbol fue cortado y convertido en una pequeña balsa de pesca ni siquiera lo suficientemente grande como para navegar en el mar, y fue puesto en un lago. Y vio como sus sueños de ser una gran embarcación cargando reyes había llegado a su final.
El tercer árbol fue cortado en largas y pesadas tablas y dejado en la oscuridad de una bodega.
Años más tarde, los árboles olvidaron sus sueños y esperanzas por las que tanto habían orado.
En un día un hombre y una mujer llegaron al pesebre. Ella dio a luz un niño, y lo colocó en la paja que había dentro del cajón en que fue transformado el primer árbol. El hombre deseaba haber podido tener una cuna para su bebé, pero este cajón debería serlo. El árbol sintió la importancia de este acontecimiento y supo que había contenido el mas grande tesoro en la historia.
Años más tarde, un grupo de hombres entraron en la balsa en la cual habían convertido al segundo árbol. Uno de ellos estaba cansado y se durmió en la barca. Mientras ellos estaban en el agua una tormenta se desató y el árbol pensó que no sería lo suficientemente fuerte para salvar a los hombres.
Los hombres despertaron al que dormía, éste se levantó y dijo: “¡Calma, quédate quieto!”, y la tormenta y las olas se detuvieron. En ese momento el segundo árbol se dio cuenta de que había llevado al Rey de Reyes y Señor de Señores.
Finalmente, un tiempo después alguien vino y tomó al tercer árbol convertido en tablas. Fue cargado por las calles al mismo tiempo que la gente escupía, insultaba y golpeaba al Hombre que lo cargaba. Se detuvieron en una colina y el Hombre fue clavado al árbol y levantado para morir en la colina. Cuando llegó el domingo, el tercer árbol se dio cuenta de que él fue lo suficientemente fuerte para permanecer erguido en la cima de la colina, y estar tan cerca de Dios como nunca, porque había sido crucificado en él.
La moraleja de esta historia es clara. Ella debe dejarnos perfectamente claro que cuando parece que las cosas no van de acuerdo a nuestros planes es porque justamente Dios nos tiene un plan reservado. Tener la absoluta confianza en él redituará en grandes regalos; aquí, cada árbol pudo obtener lo que quería, solo que no en la forma en que pensaban; no siempre nos es posible conocer a plenitud lo que Dios planea para nosotros; por ello debemos tener en cuenta que sus caminos no son nuestros caminos… sus caminos siempre habrán de ser los mejores.
Lamentablemente no todos andamos por sus caminos. Tampoco basta con decir que transitamos por ellos si es que llevamos con nosotros la terrible carga de la conciencia intranquila, aquélla que va repleta de maldad, de avaricia, de falsedad, de hipocresía, de egoísmo, de odio, de frivolidades, de cosas vanales.
Los cumplimientos llegan, tarde o temprano, aguardan ahí a pesar de nuestros anhelos en el acervo de nuestra conciencia, de nuestro mundo interno, bajo el marcaje del alto designio divino y tarde que temprano nos hacen protagonistas de nuestra propia historia, nos hacen testigos y actores de esas páginas que escribimos con dolor, con entrega, con lágrimas, con sufrimiento, con nuestros éxitos, con nuestros fracasos, con nuestra desesperanza, con nuestras soledades y nuestros desamores, que escribimos incluso con la tinta de nuestra propia sangre.♦
