[117] LA TERRIBLE PARADOJA ENTRE IRAK Y NUEVA ORLEANS. EL IMPERIO SE DERRUMBA
Felipe Díaz Garibay
Columna “Palabras al Viento”, Semanario “Tribuna” de Sahuayo, Michoacán, México, domingo 11 de septiembre de 2005.
No han sido pocas las aseveraciones de infinidad de científicos sociales, críticos en su mayoría, que han tratado al hartazgo el tema de las grandes controversias que encierra consigo la seducción del capitalismo. Aquí vale la pena rescatar la reflexión marxista, que desde luego constituye una de las tres grandes aportaciones que hace la teoría respectiva y que aclara que, cito: el modo de producción capitalista no es un sistema que busque satisfacer las grandes necesidades humanas, sino un sistema destinado a la reproducción de las condiciones materiales de la producción.
Y ello queda claro en la forma como el régimen se ha desenvuelto históricamente pues esta reflexión se complementa con el hecho de que la explotación del hombre por el hombre es la esencia misma de su existencia; no podría ser de otra forma.
Sin lugar a dudas una de las grandes aportaciones de los seguidores del materialismo científico, en exclusiva y aclaro que no es del todo mi caso, han concluido que la historia cíclica del capitalismo presupone, y de manera especial para los grandes centros donde se concentra el poderío del régimen que evidentemente comanda Estados Unidos de Norteamérica, una crisis de tal magnitud que llevarían a este modo de producción a su extinción; se trata de una crisis cíclica que, en una última fase, acabaría por demostrar que el régimen, por sí mismo, arrastra consigo serias controversias.
Pero también fue el caso del socialismo, que no fue capaz de demostrar su viabilidad; pero ello no es motivo de la temática esencial de esta colaboración.
Lo impensable se hizo realidad. La bella, intensa, histórica y noctámbula ciudad de Nueva Orleáns fue el factor que bien ha puesto a muchos a pensar sobre la efectividad del gobierno norteamericano en manos de un demente megalómano como lo es George Bush.
El huracán “Katrina” hizo lo suyo. Devastó a una de las más famosas, concurridas y cosmopolitas ciudades del mundo. Y me refiero a Nueva Orleáns, única, clásica en su estilo de vida.
“Katrina” exhibió, a toda luz, el fracaso total de los sistemas de seguridad y protección civil nada más y nada menos que del centro del gran imperio capitalista; sí, me refiero a los Estados Unidos de Norteamérica.
Lo que hasta hoy se ha hecho en Oriente Medio en nombre de Dios, no sirvió de ejemplo para responder de manera efectiva, con prontitud y elemental humanidad a la ciudadanía, hombres, mujeres, ancianos y niños de la bella Nueva Orleáns.
Quedó claro que la preocupación del Presidente Bush por Irak, que francamente raya en la estupidez, la concentración de su régimen en el terrorismo y su franca incompetencia burocrática, contribuyeron a que Nueva Orleáns se asemejara, en efecto y como lo dicen múltiples medios informativos, más bien a un área de desastre del Tercer Mundo que al concurrido destino turístico favorito de muchos en nuestro planeta.
Pero el desastre no terminó el día que “Katrina” tocó tierra; este desastre sigue y seguirá pues está claro que será profunda la huella que deja ya en el pueblo estadounidense.
Las imágenes hablan por sí solas: miles de ciudadanos deshidratados, hambrientos e incapaces de huir de una ciudad inhóspita, cadáveres flotando en las calles inundadas o tirados sobre el piso en sitios donde les alcanzó la desgracia; ellas generan infinidad de cuestionamientos sobre si el país más rico del mundo, y desde luego el mayormente endeudado también, ha hecho o está haciendo todo lo necesario para responder a la catástrofe.
Pero el gobierno norteamericano prohíbe que se den a la luz pública. Demasiado tarde, esas imágenes ya han dado la vuelta al mundo.
Las imágenes de Nueva Orleáns denotan a un pueblo que prácticamente parece orillarse a la anarquía; lamentable bajo cualquier concepto, aunque yo más bien diría que imperdonable pues los miles de soldados en activo que se han sumado a las decenas de miles de la Guardia Nacional a efecto de restablecer el orden en la zona de devastación, no dicen nada en virtud de la tardanza con que actuaron si consideramos, eso sí, la prontitud y efectividad con que, por ejemplo, fueron desplegados cientos de miles en Oriente Medio con el fin de intervenir en la zona con el argumento de luchar contra el terrorismo y salvaguardar, “en nombre de Dios” al mundo de este flagelo.
Todo ello se corrobora al saberse que la administración Bush destinará a la zona afectada por “Katrina” (geográficamente superior al territorio de Francia) mucho menos recursos que los que gasta en un año en Irak, a sabiendas que está experiencia representa oficialmente el peor desastre natural que ha tenido Estados Unidos de Norteamérica.
George Bush destina anualmente al rubro de defensa 400 mil millones de dólares y, contrario a lo que se pudiera pensar, su sentido común en nada le inspira la suficiente compasión por su pueblo como para distraer recursos emergentes de los montos que viene destinando a mantener su dominio militar en los puntos centrales del planeta, es decir en sus zonas de influencia, y en mantener la ocupación en Irak y Afganistán.
Podrían darse cifras y más cifras, pero lejos de los 100 mil millones de dólares que representan las pérdidas (casi la deuda externa mexicana), ellas apenas nos podrían ilustrar o darnos una ligera idea de la tragedia.
Hay tragedias superiores y sin duda alguna la peor de ellas es para el torpe y desalmado Presidente Bush, cuyo temple y carácter temerario, que se ha ganado por su tan alardeada lucha antiterrorista, también se inundó junto con “Katrina”.
El gobierno norteamericano optó mejor por innumerables ruedas de prensa, en tanto la gente moría.
No sería raro que en una de tantas declaraciones, y para justificar su insensibilidad ante la tragedia, culpe de ésta al terrorismo internacional y responsabilice, como siempre lo hace, a la organización Al Qaeda y su líder Osama Bin Laden de la presencia de “Katrina” en territorio norteamericano. Ello es una obsesión que decae en la esquizofrenia.
Vaya cosas. Lo triste del caso es que los negros, esos a quienes tanto “defendió” la administración Bush de las declaraciones de nuestro infortunado Presidente, llevándose entre las patas incluso a nuestro amigo “Memín Pinguín” ahora nada le importaron lo que confirma su racismo y el enorme odio –porque lo tiene- que profesa por esta raza que en Nueva Orleáns es mayoría.
Dios guarde a las víctimas; refugie bajo su protección y de fuerza a quienes padecen las terribles secuelas de la tragedia en cualquier orden y juzgue con rudeza y sin clemencia alguna al peor mandatario del pueblo norteamericano a quien le ha importado más la guerra y mantener un enorme aparato bélico que le ha permitido, hasta ahora, mantenerse como potencia hegemónica pero que también será el responsable del plausible derrumbe del país de las maravillas.
La historia nunca se equivoca y lo escrito… escrito está.♦
