[112] ¿HAY OPCION PARA EL 2006?
Felipe Díaz Garibay
Columna “Palabras al Viento”, Semanario “Tribuna” de Sahuayo, Michoacán, México, domingo 31 de julio de 2005.
Nos arrasa un vendaval de figuras, nombres y apellidos, pronunciamientos, declaraciones, ataques de descrédito -desde luego dentro de los mismos partidos-, visitas inesperadas a la militancia de los distintos partidos, todo mundo se disputa tener el alma y los sentimientos de Teresa de Calcuta; todo mundo, después de viejas historias, aparece ahora como el manso cordero que busca el bienestar para su pueblo, convertir a México en el jardín de las delicias.
Han empezado las precampañas, y la presa aguarda, parece que sedienta de pan y circo para prestarse una vez más a las reglas del nada confiable juego democrático que se vive en nuestro país.
Si nos sentáramos un instante en la intimidad de nuestra conciencia y nos cuestionáramos sobre cuáles son las características que debe reunir, no solamente el candidato del partido en que militemos, sino el próximo Presidente de México, tendríamos que exigir innumerables condiciones; está de por medio el rescate de nuestro proyecto de nación y ello representa un enorme reto, el decisivo para que nuestro país no decaiga en los desórdenes internos provocados por nuestros irresponsables gobernantes.
Innumerables veces me he referido en este medio a la ausencia de credibilidad de nuestra sociedad hacia las figuras públicas, partidos y el ejercicio político; somos muchos los que coincidimos en un desalentador veredicto. Ante la falta de credibilidad en la actividad política, en estos momentos abundan quienes practican aquello que públicamente censuran, que dicen haber combatido, combatir y seguirán combatiendo a capa y espada la corrupción, pero siempre se han beneficiado de ésta; que se desgarran las vestiduras por la transparencia que no acreditan cuando han ejercido y ejercen el poder, que piden democracia sin defender, de hecho, los enormes y profundos valores que ella implica.
La hipocresía y la falsedad de convicciones son las características esenciales de todos aquéllos servidores públicos que viven bajo la sombra de la doble moralidad; ello es una condición irreversible de ellos y justamente a partir de la creencia en la perfección personal, que desde luego no tienen, resalta esa doble moral de quienes se han erigido en los sumos pontífices de la conducta ciudadana para ocultar, por sobre todas las cosas, sus muy personales vicios e inconfesables intereses; ellos mismos son capaces de promover los peores escándalos moralistas ante la opinión pública para intentar justificar, a toda costa, sus intereses propios y, por regla, refieren incansablemente una moral pública que son incapaces de practicar.
Los tiempos que vivimos, en toda su magnitud, necesitan de hombres de Estado cabales, de auténticos líderes cercanos a sus pueblos. Los hombres de Estado de los nuevos tiempos, deben tener la talla suficiente para saber representar con sabiduría a sus pueblos, deben ir a la médula de la casi irreconciliable relación gobernante-gobernado, y ser capaces de modificar su propia visión del ciudadano, o perecer víctimas de su ineficiencia e irresponsabilidad, en las delatantes páginas de la historia; deben ser hombres cabales que demuestren, a diestra y siniestra, que por sus venas corre la rabia y el coraje que caracterizan a los verdaderos liderazgos, a esos cercanos a su pueblo, a esos que saben lo que buscan, a esos que saben representar y conducir a sus pueblos, a esos que necesita la humanidad para verse realmente representada, a esos que no es necesario inventar en la ficción cinematográfica o con las técnicas del marketing político, a esos que en estos momentos necesita México.
Seguramente los partidos políticos mexicanos –ocho ya que contenderán en los próximos comicios federales- enfrentan un gran dilema si es que tienen conciencia de lo que significa elegir un candidato; y lo enfrentarán porque todos necesitan de candidatos que estén plenamente identificados con las causas de México, un candidato que identifique plenamente lo que como país somos, lo que queremos, de donde venimos, a donde vamos pero, sobre todo, qué esperamos del futuro.
En conclusión, necesitan de candidatos visionarios que sea capaces de entregar todo su esfuerzo y toda la capacidad, con la emoción y el empuje del pueblo que los apoye para que, quien sea favorecido con el voto sin componendas y esos arreglos que caracterizan a la democracia mexicana, sea el mejor Presidente de la República.
México lo merece, México lo necesita.
Los candidatos que resulten electos en todos y cada uno de los partidos, deben partir de la consideración que tienen frente a sí un reto de gran magnitud, porque el futuro Presidente de México debe demostrar que es capaz de encabezar la lucha de los mexicanos por defender siempre nuestra soberanía como nación, por afianzarla y engrandecerla; de ofrecer ser el primero en defender la libertad y la dignidad de todos los mexicanos; de engrandecer la democracia mexicana, para que nuestro sistema de gobierno sea un sistema político y jurídico preocupado por el constante mejoramiento económico, social y cultural del pueblo; de comprometerse también a la encabezar la lucha del pueblo de México por una sociedad más justa y más igualitaria, capaz de disminuir las desigualdades que ofenden a la libertad y que ofenden a la democracia pero que más lastiman a la ya tan incrédula, desesperada, inconforme y lastimada sociedad mexicana.
El poder transforma, transfigura a los hombres, a unos para el bien y a otros para el mal; si se transfiguran para el mal, surgen los apetitos sin límites. A un hombre sólo se le conoce cuando tiene poder, y miren que es muy cierto como dice el refranero popular, que a los inteligentes vuelve tontos y a los tontos vuelve locos, por ello debemos cuestionarnos: ¿cuántos errores no han cometido los dirigentes de tantos partidos, por desconocimiento de los hombres que han elegido como candidatos? Deben ser muchos, indiscutiblemente. Lamentablemente seguirá ocurriendo.
La política, que presupone aciertos, desaciertos, convergencias, divergencias, consensos y disensos, es un elemento inherente a las organizaciones sociales y, en nuestros días, requiere de nuevas formas de relación social y de convivencia; la política no debe ser competencia desencadenada y desordenada; política es unión, cohesión de muchas partes sin olvidar la esencia, sin hacer a un lado la premisa fundamental que debe caracterizar la vida en sociedad y que es justamente el bien común; la política debe desarrollarse bajo una percepción que conciba la existencia del todo unido sin prever, jamás ya, la inexistencia o mutilación de una de las partes.
Lamentablemente existe una profunda división en muchos de nuestros partidos, división que se agrava cada vez más en la antesala del proceso electoral del 2006; cada cual, cada militante tiene ya su favorito y se encaminan a un franco enfrentamiento y división pues es claro que entre los mismos precandidatos se perciben profundas diferencias que afloran entre los que se consideran con los méritos suficientes para suceder a Vicente Fox Quesada, ello aunado a que los tiempos se adelantaron demasiado debido a la falta real de liderazgos en México.
Indudablemente que son muy respetables las aspiraciones de los precandidatos de todos los partidos, pero es claro que en vez de emprender campañas destructivas o de franco ataque al adversario, deberían de ser procesos constructivos, llenos de propuestas, que traten de evitar por encima de todo la imparable degradación de la política.
¿Podría ser así?
Lo veo difícil. El panorama bajo ninguna circunstancia es nada alentador para los partidos, lo que se vislumbra en los próximos meses es una crisis política y moral que, sin duda alguna, habrá de agravarse con los actos de corrupción y con los clásicos derroches electorales.
México necesita de auténticos líderes, no de estrellas de la farándula producto del marketing político.
La carrera hacia el 2006 se vislumbra plagada de vicios; no así la mayoría de aspirantes se presentan ante el pueblo de México, sin el menor empacho, como los ángeles de la redención.
Así las cosas, los mexicanos ¿realmente tenemos opción para el 2006?♦
