[105] CRUZADA DISTRITAL POR LA DEMOCRACIA. NOTAS PARA UN HISTORIA INTEMPORAL
Felipe Díaz Garibay
Candidato del Partido Acción Nacional a Diputado Local por el IV Distrito Electoral del Estado de Michoacán, con cabecera en Jiquilpan
Parte VI
Semanario “Tribuna de Sahuayo, Michoacán, México, domingo 24 de octubre de 2004.
Los viejos estilos de hacer política
Contrario a lo que se pudiera pensar, el proceso electoral que se desarrollo en estos momentos en nuestro Distrito, prácticamente no ha ofrecido mayor novedad. No todos los partidos han retomado nuevos caminos para expresar sus propuestas o buscar llegar a la ciudadanía, los viejos estilos han marcado con su presencia sus comportamientos y el de sus candidatos.
Estamos en pleno retroceso, y de nueva cuenta la “romántica” época de las azonadas. los cuartelazos los asaltos en caminos y carreteras para cometer crímenes y el imperio de los cacicazgos parece hacerse presente protagonizando el guión de la novela, una novela que se ofrece en ratos aburrida, monótona, poco propositiva, poco novedosa.
El debate de las ideas ha quedado atrás, ahora ha sido rebasado por los desfiles de vehículos, la gran mayoría vacíos o llenos de niños que desde luego no podrán tener acceso a las urnas, las caravanas suplen totalmente el planteamiento de las ideas, su defensa y el debate de aquéllos temas que son cruciales para nuestra región.
No todos los candidatos, ni a las Presidencias Municipales ni a la Diputación de nuestro Distrito reúnen el perfil para ser lo que buscan. Y las mecánicas para ejercer la actividad política, entiéndase los esquemas de operación, vuelven la cara al pasado el claro retroceso.
En lo personal creí que las cosas serían distintas, al menos estoy convencido de que los procesos electorales representan una extraordinaria oportunidad para corregir muchos anacronismos, formas, para reafirmar los principios, para defender las ideas, para crecer junto al ciudadano y dar estructura al modelo de sociedad al que aspiramos de manera legítima todos los mexicanos; la experiencia 2004 en nuestro Distrito refleja todo lo contrario.
De nueva cuenta queda al descubierto que no es la imperiosa necesidad de luchar por las causas que pueden dignificar al ser humano y la tarea política la característica esencial de este proceso, las leyes de la real politik que revelan al hombre como un ser colmado de bajas pasiones, debilidades y defectos que se justifican, todos y sin excepción, en aras de su propio interés, delinean ahora como ayer, y como seguramente en el futuro, la conducta de esos, aquéllos y estos que se dicen “políticos”.
No ha llegado a entenderse, en pleno Tercer Milenio, los grandes fines morales que tiene en sí la tarea política. Me pasa ahora lo que al poeta que alguna vez rezó: “hoy canto solamente por cantar” y aunque quizás hoy esté escribiendo palabras al viento, jamás cejaré en mi intención de seguir luchando, hasta la muerte, por mis ideas y la defensa de mis causas, pues será la única la única forma como podré justificar mi existencia ante los ojos de mi conciencia y de mis propios semejantes aunque sé que sólo de aquéllos que tengas realmente oídos para escuchar.
El problema de nuestro Estado, está ahora ayer, en la propia cúpula estatal; es la intención de rescatar las posiciones para asegurar la presencia de un régimen y de un partido que poco ha sabido responder con hechos a la realidad michoacana, a una sociedad que ahora ocupa ya los primeros lugares en marginación, a la par de aquéllas entidades federativas que se han caracterizado por vivir en el olvido. La realidad la vivimos en nuestro propio entorno, no necesitamos ir muy lejos para darnos cuenta que no debemos engañarnos con el encanto provinciano de muchos de nuestros pueblos y ciudades; debajo de ellos, se esconde la más terrible de las pobrezas, la más lacerante de las marginaciones y, sin embargo, carecemos de un proyecto que de manera efectiva responda a la realidad de nuestro pueblo.
La crisis que viven los partidos políticos pone ahora en grave riesgo la propia estabilidad social de México. Ellos, todos y sin excepción alguna, deben retomar lo que hasta ahora han sido capaces de ofrecer a la sociedad mexicana y transformar sus plataformas electorales, sus principios, sus programas de acción con base esa realidad social que vivimos y que incluso, como partidos, estamos provocando.
Si los partidos y sus dirigentes no son capaces de lograr este importante cometido, su único logro será terminar de prostituir la vida institucional del estado Moderno y, con ello, arrastrar a la misma democracia.
¿Capacidad de gobierno en las opciones?
El deterioro de la capacidad de un gobierno, debe remitirnos a los procesos que realiza un “buen gobierno” que, en última instancia, se ocupa de suscitar las condiciones necesarias para un gobierno ordenado y una acción colectiva; el concepto, en sí, apunta a la creación de una estructura o un orden que no se puede imponer desde el exterior, sino que es el resultado de la interacción de una multiplicidad de agentes dotados de autoridad y que influyen unos en otros; “buen gobierno” no es referible exclusivamente a los resultados de aspectos eminentemente económicos; su connotación es más profunda pues el valor de su perspectiva reside en su capacidad de facilitar un marco conceptual que permite entender los procesos de gobierno cambiantes. Y es que la democracia no termina con la acción del depósito de la boleta en la urna, ahí apenas inicia.
México ofrece una situación sui generis en estas dos décadas de un siglo singularmente convulso para la humanidad, dotado de ajustes, cambios y transformaciones que bien cuestionan la ejecución de un “buen gobierno” en los términos descritos; durante el siglo pasado, la tendencia en la forma de gobernar en México se orientó a modificar el patrón de gobierno enmarcado en el autoritarismo, la violencia instrumental, la desconfianza ciudadana, la injusticia social y la centralización improductiva, aspectos éstos que obligaron a impulsar procesos de reformas institucionales; los ochenta, por su parte, son años de movilizaciones, luchas y decidida participación ciudadana, el Estado, podríamos decir, llega a los límites de su eficacia fundamentalmente por su exacerbado e inequitativo centralismo; aún cuando el sistema político se orienta ya en esta década de manera decidida hacia el liberalismo la presión ciudadana siempre estuvo presente.
El resultado, ha sido que la clase política en nuestro país ha alcanzado un alto nivel de desconfianza que se fue fraguando desde esos años y sigue vigente en los tiempos actuales a tal grado, que en estos momentos, difícilmente un ciudadano conciente otorgaría su apoyo a algún partido o candidato propuesto para cualquier cargo de elección popular sin razonamiento alguno.
La suspicacia no sólo se aprecia en el ámbito nacional sino también en el local y es que durante el siglo pasado, la sociedad mexicana se vio inmersa en un conjunto de circunstancias que sacudió las conciencias de múltiples sectores de la población. Se exploraron elementos institucionales que condujeran a la creación de espacios de participación, contrapuestos a las expresiones autoritarias características de gobiernos surgidos del otrora partido oficial, que se encargó de controlar los segmentos políticos, económicos y sociales más importantes.
Pero existe la confusión y, desafortunadamente, muchos “liderazgos naturales”, sin propuesta y proyecto alguno, seguramente llegarán a gobernar sus municipios, y seguirá el juego de los ciclos, campañas sin sentido, proyectos sin rumbo, gobiernos sin esencia.
México y muchos países del plantea requieren de procesos revolucionarios, ello es inevitable, ojalá que surjan en el futuro próximo liderazgos verdaderamente comprometidos con sus pueblos, con una visión clara del futuro y, sobre todo, con la suficiente dignidad y vergüenza para representar, en todo el sentido del término, los altos fines que de por sí caracterizan a esa actividad que a tantos apasiona pero que muchos desconocen su real alcance: la política. (Continuará).♦